Estoy aquí ante ustedes, como Rector de la Universidad Católica Boliviana, porque los Sres. Obispos de Bolivia, reunidos en la CVIII Asamblea me han encargado la misión de ser el líder y guía de la Universidad Católica en estos cuatro años próximos. He recibido el nombramiento con sorpresa, pero he aceptado con obediencia, convencido de que en la elección de los obispos se manifiesta la voluntad de Dios para mí, en este momento de mi vida.
Llego con total disponibilidad para que la Universidad, sus desafíos, sus problemas, sus dificultades, también sus alegrías, sean las mías. Estoy dispuesto a donar mi vida en estos años a la Universidad Católica Boliviana.
Agradezco la confianza que los obispos han puesto en mi para este nuevo servicio.
Yo nací en España y llegué a Bolivia hace treinta años. Me he hecho parte de esta tierra y boliviano de corazón y por decisión. Soy, durante todos estos años párroco en una Parroquia de la ciudad de El Alto, Jesús Obrero, de la que han surgido, por la gracia de Dios, dos comunidades misioneras, de religiosas, sacerdotes y seminaristas: la Comunidad de Salesianas Misioneras y la Comunidad Misionera de Cristo Pastor, presentes en varias ciudades de Bolivia y en dos países más, además de Bolivia: Chile y España. Ellos y ellas son hoy mi comunidad que, sin duda, me acompañarán también en esta nueva misión que me encarga hoy la Iglesia.
Durante los últimos once años he servido también en la oficina de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Boliviana, trabajando estrechamente con los obispos, de quienes he aprendido mucho.
Con esta introducción les quiero decir que soy un pastor, un sacerdote, formado en Teología, Filosofía y Ciencias de la Educación, además de haber sido profesor en el Centro de Teología San Jerónimo de La Paz y en la Universidad Salesiana y ahora he sido llamado a un servicio en el mundo académico.
Nuestros antecesores.
Hoy, investido como Rector de la Universidad Católica Boliviana, me siento emocionado sucesor de una historia de grandes personas de Iglesia, que soñaron con este proyecto universitario, trabajaron por hacerlo posible, lucharon y, sufrieron incluso, por hacerlo realidad.
La Universidad Católica fue y es un proyecto muy querido de los obispos de Bolivia que han deseado aportar a la sociedad boliviana profesionales de excelencia, al servicio del desarrollo del país, promocionando e incluyendo a los descartados del progreso.
Mucho se ha trabajado en sus 55 años de historia. Hemos pasado de dos carreras al inicio, a 85 en este momento. Hoy recordemos con agradecimiento a todos los que han trabajado para hacer realidad este proyecto de nuestra Iglesia Católica, vivos algunos, presentes aquí incluso y otros difuntos. El Dios de la vida les conceda el premio de sus trabajos.
Hay mucho que hacer para estar a la altura de lo que soñaron los fundadores de la Universidad y aquellos que, año tras año, han ido añadiendo trabajo, esfuerzo, ideas y decisiones para llegar donde estamos en este momento.
La visión que tuvieron todos estos grandes hombres y mujeres era formar profesionales cristianos al servicio de la sociedad boliviana, al servicio del pueblo. Esa visión es la que debe seguir iluminando nuestro trabajo hoy, en este momento histórico.
La Universidad Católica formadora de profesionales, pero también de personas.
Debemos formar personas de excelencia científica y profesional, pero también de extraordinaria calidad humana. Todo lo humano es cristiano, ya que Cristo es el ser humano pleno, perfecto.
Debemos formar personas que rompan con el ideal de vida mundano del individualismo ambiental, o sea, solo me interesa lo mío: mi título, mi casa, mi coche, mi vida afectiva, mi propio bienestar, olvidándonos de la necesidad de los que nos rodean. Lamentablemente este individualismo imbuye toda la cultura globalizada actual y nos mete en una mentalidad anticristiana de egoísmo y comodidad.
Se ha convertido en contracultural proponer un espíritu de servicio, una capacidad para mirar y responder a las necesidades de los descartados del progreso, de los marginados del bienestar, incluso de los diferentes.
Todavía más contracultural es proponer como ideal una vida de trabajo por los otros, un donarse, desgastarse incluso, cansarse por otros. El amor verdadero no está de moda, a lo sumo el bienestar afectivo, pero darse realmente, hasta olvidarse de sí mismo, es visto como una locura.
Viviendo así, nos cavamos nuestras propias tumbas de tristeza y depresión, porque nunca habrá felicidad en el egoísmo. No estamos hechos para el egoísmo. Dios nos ha hecho para el amor. Solo cuando amamos de verdad, conectamos desde el interior, con la experiencia de Dios. ¿Será el egoísmo la causa de que al ser humano contemporáneo le cueste tanto experimentar a Dios?
Todo este trabajo de formación debemos realizarlo con la colaboración de todos: docentes y personal administrativo, de altura profesional, pero también de extraordinaria talla humana y cristiana y, por supuesto, con cada uno de los estudiantes, razón de ser de la universidad. Todos somos instrumentos para esta transformación profunda, ambiciosa, con nuestro ejemplo de vida y nuestras actitudes.
Tal vez alguien pensará que esta misión excede lo que debe hacer un docente o un administrativo o un estudiante, pero yo les digo: una Universidad Católica, es una Universidad por supuesto, en todo el sentido de la Palabra y en todo el significado académico del nombre, pero tiene un apellido, tan importante como el nombre: católica. Nuestra universidad tiene un nombre, pero también un apellido: católica, lo que significa que debemos formar y ser no solo profesionales, científicos, investigadores, académicos, sino también personas humanas de altura, que sirvan y amen y no se encierren en sus intereses mientras el mundo va a la deriva.
La universidad católica contribuye al diálogo entre la fe y la ciencia.
Siento que, como Rector, debo ser un cristiano y un sacerdote en la Universidad. Un cristiano con ustedes y un sacerdote para ustedes, parafraseando a San Agustín. Y que no tenemos que sentirnos acomplejados o menos que otros por ser católicos.
En estos tiempos en los que lamentablemente, una inopia intelectual nos ha hecho desconocer o menospreciar el aporte de tantos creyentes a la ciencia a lo largo de los tiempos, debemos reivindicar con rigor científico su contribución. Muchos de ellos fueron cristianos que aportaron al avance de la ciencia: El Polaco Nicolás Copérnico era un sacerdote católico, también lo era el monje agustino, Gregor Mendel, creador de las leyes de la genética. Otro sacerdote católico, el físico belga Georges Lemaître, autor de la teoría del Big Bang. Newton, fue un gran creyente, así como Albert Einstein, quien formuló la genial teoría de la relatividad.
Actualmente Francis Collins, Director del Proyecto Genoma Humano y del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, quien afirma: “se puede encontrar a Dios en el laboratorio de igual forma que en una catedral. Desentrañar los misterios de la naturaleza aumenta el sentimiento de sobrecogimiento, más que eliminarlo”. El aporte de los creyentes a la ciencia ha sido enorme y, entre ellos, de los creyentes cristianos.
Y es que la Universidad Católica contribuye al dialogo fecundo entre la fe y la ciencia, ¿fecundo por qué? Porque la ciencia es una búsqueda de la verdad que, lejos de dificultar la fe, la ayuda. Y la fe, aporta a la ciencia un horizonte para no olvidar que hay una verdad última que da sentido a la vida humana.
Lo explica magistralmente San Agustín: “Entender para creer; creer para entender”. La Universidad Católica existe para buscar la verdad plena, que excede la verdad empírica y demostrable. La Universidad Católica se compromete, como afirma la “Ex Corde Ecclesiae”, de Juan Pablo II, en un diálogo entre la fe y la razón, las cuales, fe y razón, se encuentran en la única verdad.
Quien investiga con sinceridad la verdad, puede llegar, con su inteligencia, al misterio insondable y quien ha recibido el don de la fe, mediante la revelación, vive en una luz que orienta su búsqueda intelectual.
Para que esto sea posible la Facultad de Teología San Pablo, debe estar mucho más unida a la Universidad Católica San Pablo, ser parte más activa y privilegiada de la Universidad Católica.
La Universidad Pontificia de Salamanca fue clave en la declaración de los Derechos Humanos de los indígenas.
Por poner otro ejemplo que nos anima a no acomplejarnos como católicos, ojalá nuestros estudiantes se animen a realizar estudios en más profundidad sobre este y parecidos temas, me gustaría mencionar simplemente la contribución enorme en los siglos XVI y XVII, de los teólogos de la “Escuela española del Derecho Natural y de Gentes”, más conocida como “Escuela de Salamanca”, religiosos dominicos, jesuitas y franciscanos, como el P. Bartolomé de las Casas y el P. Francisco de Vitoria, por citar a los más conocidos, quienes con su espíritu profético y sus estudios del derecho contribuyeron, en pleno descubrimiento de América, en medio de innegables abusos de los descubridores con los pobladores originarios, quienes tantas veces fueron tratados en una forma incorrecta e inhumana, a la defensa de los derechos de los indígenas, hasta el punto de sentar las bases de una teoría democrática del poder y elaborar el concepto de derechos humanos y comunidad internacional. El concepto jurídico de Derechos Humanos, progreso indudable de la humanidad, surgió con la innegable colaboración de la reflexión y el compromiso católico y de una Universidad Pontificia, como la de Salamanca.
Son unos pocos ejemplos de la contribución de católicos al progreso de la ciencia y de la sociedad humana, que nos indican un camino a seguir en nuestra Universidad Católica Boliviana y, también nos anima a vivir un cristianismo sin complejos, aunque también con humildad, sin soberbia ni sentimiento de superioridad.
Visión de la Universidad Católica Boliviana
Para finalizar, aunque la visión de la Universidad Católica Boliviana debe quedar dibujado en diálogo por toda la comunidad universitaria en el nuevo Plan Estratégico Institucional, me atrevo a realizar un adelanto de visión, no mía, sino de los diálogos que yo ya he mantenido con diferentes miembros de la comunidad universitaria.
- Una universidad con un plan estratégico construido con la participación y compromiso de todos.
Este es el desafío inmediato. Ya se ha caminado mucho. Pero es necesario un plan con Espíritu, parafraseando al Papa Francisco que, en la Exhortación Apostólica, “Evangelii Gaudium”, “La alegría del Evangelio”, habla de que necesitamos evangelizadores con Espíritu. No solo evangelizadores, sino evangelizadores con Espíritu. Yo diría, no solo docentes, sino docentes con Espíritu, no solo administrativos, sino administrativos con Espíritu, no solo estudiantes, sino estudiantes con Espíritu.
Una comunidad universitaria con Espíritu, con convicción, con pasión, con relaciones vivas y fraternas, con deseos de que el mundo funcione, que crean en la visión de la transformación social, que estén convencidos de que vale la pena trabajar por una Bolivia diferente, que se comprometan con su esfuerzo intelectual en esa nueva sociedad.
Lo otro, es simplemente el cumplimiento de un indicador, pero vacío de Espíritu, o sea, sin pasión, sin motivación.
Trabajar en esta dirección depende de todos.
- Una Universidad en búsqueda de la verdad.
Es una universidad que fomenta la investigación, que es la esencia de la universidad. Eso significa mucho diálogo con el mundo de los empresarios nacionales y extranjeros, con universidades nacionales e internacionales, con el gobierno boliviano y otros gobiernos, a través de sus representantes diplomáticos, con las instituciones de la sociedad boliviana, con la Iglesia misma, ya que la Iglesia desarrolla una labor evangelizadora y social que necesita la luz de la investigación científica. Mucho se ha hecho ya en esta dirección.
Pero soy consciente que, como Rector debo dedicar mucho tiempo a estos encuentros y espero contar con la solidaridad de la sociedad, nacional e internacional, para establecer convenios de cooperación que posibiliten realizar trabajos de investigación que ayuden en ese objetivo de búsqueda de la verdad con rigor científico, que debe caracterizar a nuestra universidad.
- Una universidad abierta al país, al servicio del pueblo.
La universidad no puede caminar encerrada en las aulas sin sufrir ni padecer lo que sucede en Bolivia. La universidad debe caminar junto a nuestro pueblo y sus dificultades, especialmente los descartados, como los llama el Papa Francisco, los que no cuentan, los que no tienen voz, los que viven una vida inhumana, aquellos que carecen de trabajo, educación, vivienda, salud y dignidad.
Una Universidad Católica, más aún que otras, debe vivir abierta al clamor del pueblo boliviano y privilegiar la actividad social, las Unidades Académicas Campesinas (UACs) y otras obras de servicio a los más alejados de la educación superior.
- Una Universidad en salida, que llegue a los alejados, con su sistema de educación virtual.
La pandemia que estamos sufriendo nos ha mostrado potencialidades y muchas posibilidades. En la Universidad se ha realizado ya un enorme trabajo en este sentido, pero la pandemia ha propiciado un gran esfuerzo de inversión en plataformas virtuales, que posibilitarán en el futuro, un acceso a la educación universitaria virtual, de forma que alumnos que no podían soñar con acceder a estudios superiores, por encontrarse en lugares alejados o sin presencia en ellos de la Universidad, puedan acceder a ella.
Este es un enorme trabajo que deberemos impulsar, aún más, en estos años
- Una universidad con un claro objetivo: la formación académica de excelencia de sus estudiantes.
El fin de la Universidad y, más aún, de la Universidad Católica, es la formación académica de los estudiantes que confían en nosotros. Este es un objetivo que no debemos perder de vista.
Queridos estudiantes de la UCB, ustedes son la razón de ser del trabajo de docentes y personal administrativo de esta casa de estudios superiores. Su formación de altura académica y excelencia debe ser el objetivo y la pasión de todos nosotros.
Todo en la Universidad debe estar al servicio de este fin que justifica la existencia misma de esta institución.
El buen funcionamiento económico de la UCB, que ha supuesto tantos esfuerzos y que agradecemos porque es absolutamente necesario, es un medio para lograr el objetivo superior. No es un objetivo en sí mismo, sino que es el medio para lograr que nuestros estudiantes sean los profesionales que necesita el país, como soñaron los fundadores de esta casa y debemos continuar nosotros.
- Una Universidad que forma personas comprometidas con una transformación social
Era el gran sueño de los fundadores de la Universidad y en ese camino tenemos que continuar, formando profesionales, sin duda, pero formando también personas de calidad al servicio de una Bolivia democrática, justa y en la que se logren caminos de progreso para todos, especialmente para los más desfavorecidos.
Profesionales comprometidos con una Bolivia que fomente el respeto a la casa común y defensora y promotora de la vida, como el Papa Francisco nos ha invitado en la Exhortación Apostólica “Laudato Si”, Alabado Seas.
Que sea, defensora de la equidad y complementariedad de varones y mujeres y, al mismo tiempo, que no discrimine a los diferentes.
Profesionales que sean líderes sociales para una transformación de la política, de forma que sea una actividad noble, al servicio del Bien Común y no de intereses partidistas y personales, como nos invita el Papa Francisco en su Encíclica “Fratelli Tutti”, Todos Hermanos.
Queridos estudiantes de la universidad, desde su ímpetu juvenil y sus deseos de cambio de nuestra sociedad, construyamos juntos una Bolivia de paz, justicia y para todos.
- Una Universidad que forma personas nuevas al estilo de Cristo.
En este objetivo nos va a ayudar mucho la Pastoral Universitaria. Pero estoy convencido que esta visión no se logrará imponiendo, sino proponiendo, no se logrará por la fuerza, sino por el poder de la convicción. Debemos tener actividades de formación cristiana para los que, tal vez, no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo en una forma adecuada. Estoy convencido de que Cristo sigue teniendo un poder de atracción personal arrasador, pero déjennos hacerlo, intentarlo de mil maneras para que nuestra Universidad sea cada vez más católica, que significa en definitiva ser más universal, y esté más enamorada de la persona de Cristo que, para mí, es el sentido y el amor de mi vida.
Muchas gracias.